Hoy hay relevo de mujeres.
Y no es por enfermedad, canas, muerte, ineptitud, fraude o desvío de recursos.
Es por obediencia al Espíritu de Jesús, por fidelidad a un carisma y por amor al pueblo que necesita tocar la confianza en el grupo, en la autoridad que sabe soltar, que no se vuelve esclava del poder, la ambición o el prestigio.

Trabajar en equipo se vuelve esencial, el diálogo, la escucha, la paciencia, el respeto y el trato equitativo son parte de su modo de vivir.

Si algo hace profética a la vida religiosa es, sin duda, su manera de relevar el poder.
Que no se asienta en campañas políticas, que no compra ni vende votos, que no esculpe monedas de oro con imágenes que piden tributo.

Que no hace promesas sexenales alimentadas de vanidad y mentiras, de antemano, incumplidas.

Que no mira el poder como premio que merece, ni lo busca ni atosiga hasta convencerse a sí misma que nadie lo haría mejor. Aunque de hecho se hayan dado casos -y se sigan dando- a lo largo de la historia de la Iglesia que desmerezcan lo que digo.

Sin embargo, puedo comprobar que el poder de la vida consagrada surge de una toalla echada al hombro después de haber lavado los pies a los suyos. Si no es así, no es evangélico. Porque el poder en la vida consagrada tiene como espejo al crucificado que regala el perdón y promete el paraíso al ladrón arrepentido.

Si algo puede ser profético en nuestro mundo deshumanizado por el abuso de poder, que provoca violencia, hambre, muerte y esclavitud, es un pequeño grupo de mujeres que confían unas en otras, que conocen primero sus debilidades, límites, flaquezas, pecados, errores… y si hubiera alguna grandeza en sus manos es porque en ellas llevan inscritos los nombres de hombres, mujeres, niños, pobres, hermanas, amigos y enemigos que les ayudaron a crecer.

Si hay algo profético para la Iglesia y para el mundo hoy, es el abrazo de la Gracia que se da entre hermanas, que siendo tan diferentes saben encontrar el susurro divino que las habita y que las impulsa para que estén donde estén, hagan lo que hagan, sólo encuentren un sinónimo a la palabra poder, y ese sea: servir!!!

Ma. Paz Viniegra Mesa RJM