JESUS MARIA Y LAS FAMILIAS SIRIAS EN URUGUAY

En varias oportunidades, amigos de distintos ámbitos, me han preguntado por qué Jesús María se ha ofrecido a colaborar con la inserción de las familias sirias que llegaron a Uruguay y estaban refugiadas en Líbano. La respuesta primera y más obvia que siempre doy es la que cualquier persona o grupo con un sentido básico de humanismo puede dar: “¿y por qué no?, ¿por qué no ayudar?”.

1966102_690482501012285_1013873248_oEvidentemente nosotros, como Jesús María, tenemos también nuestros motivos propios. Por una parte, somos una red de más de doscientos centros educativos y sociales en todo el mundo y, particularmente, uno está presente en la ciudad de Alepo, en Siria. Alepo es una ciudad muy castigada por la guerra y hoy nuestro colegio es hogar para refugiados. O sea que desde hace ya tiempo recibimos noticias de primerísima mano de la devastación social y humana de aquella guerra. Por otra parte, siempre la guerra, y el dolor que ella provoca,  nos han marcado ya que, justamente,  Jesús María nació para recoger a las niñas huérfanas de la Revolución Francesa e intentar darles una vida digna a pesar de tanto dolor sufrido. Y ese gesto fundacional nos sigue resonando hoy, dos siglos después, porque nuestra consigna actualizada para la Congregación en el mundo entero es  “trabajar por la reconciliación allí donde estemos, dejándonos conmover por las miserias de nuestro tiempo”.

A la hora de presentarnos voluntariamente cuando supimos de la  venida de  las familias sirias a nuestro país se nos sumó también –o está a la base de todo- que tratamos, de algún modo, de hacer carne el evangelio de Jesús que nos anima día a día. Evangelio que se inspira en infinidad de textos del Antiguo Testamento que muestran  a un Dios que se inclina ante el extranjero, el huérfano y la viuda, como aquel del Salmo 146,9: “El Señor guarda a los extranjeros, y alivia al huérfano y a la viuda…”. Evangelio que continuamente nos recuerda que existimos para los demás, para los que son diferentes, y no para nosotros y los que son iguales a nosotros. Por eso, san Lucas recuerda a los cristianos (a los que llamaban “los del camino”) cómo vibraba el corazón de Jesús de Nazaret. Y  lo hacía magistralmente a través de la parábola del Buen Samaritano, aquel hombre que iba “por el camino” pero –a diferencia de sacerdotes, levitas, etc- fue el único que actuó según el corazón desmesurado del buen Dios porque fue capaz de atender a quien sufría “afuera del camino”.

SiriaPara los uruguayos, los sirios son extranjeros, hay alguna viuda con varios hijos a cargo y, por el disparate de la guerra, todos son huérfanos de muchas realidades: hogar, trabajo, seguridades, paz interior y exterior, etc. Aunque sí  traen muchos valores, ganas de salir adelante, y mucha alegría a pesar de tantos dolores sufridos…  Y, además, estaban en Líbano, habiendo perdido todo, lejos de sus afectos y sus seguridades. O sea, estaban “sufriendo fuera de nuestro camino”  de uruguayos con un país pacífico, medianamente en desarrollo, lejano geográficamente…

¿Podíamos, como cristianos,  mirarnos entre nosotros a los ojos  e intentar acercar nuestro corazón a Dios, sin dejarnos interpelar por esta realidad? ¿Podíamos “seguir de largo” justificados en nuestras ocupaciones cotidianas o, como he escuchado, porque en Uruguay también hay necesidades?

Nuestra respuesta a esas preguntas fue negativa. No podemos y no queremos seguir de largo. Y si en nuestro país también hay necesidades, obviamente también tenemos que acercarnos a ellas, pero nunca de modo que excluyamos “al extranjero, al  huérfano y a la viuda”. La confirmación de que esto tenía sentido fue encontrarnos en la misma ruta con los maristas y con Daniel, nuestro Arzobispo que se hizo presente el día que llegaron las familias sirias a nuestro país.

Hasta aquí la explicación de por qué nos involucramos en este proyecto con las familias sirias. Ahora toca contar en qué colaboramos desde Jesús María con ellos. Cuando nos acercamos a Javier Miranda y a su equipo de la Secretaría de Derechos Humanos para manifestarle nuestra disposición a dar una mano, ofrecimos prioritariamente lo que estaba a nuestro alcance, lo que sabemos hacer: educar.  Y recibimos una respuesta de brazos abiertos, magnífica, entusiasta y de gente entusiasmada con este proyecto de abrir el corazón y el país a los refugiados como signo y concreción de solidaridad nacional.

Y desde Jesús María, haciendo analogía con aquel principio de Arquímedes –“dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”-, estamos convencidos que la educación es la palanca que puede dar vida, dignidad, futuro a la vida de todos, especialmente a  los más castigados por la realidad. Y como principio tienen las cosas, con las familias sirias había que empezar con la alfabetización en la lengua castellana. Sin nuestro idioma cualquier inculturación de los sirios en nuestro  país  se volvería imposible. Por eso, desde dos meses antes de que ellos llegaran constituimos un grupo de 5 maestras y dos responsables pedagógicas expertas en enseñanza de la segunda lengua y de la lecto-escritura que fueron preparando un programa detallado, día a día, de cómo abordar la inmersión en nuestro idioma.

Sirios en Nacional!¿Cómo ha transcurrido este mes y medio  con ellos? La verdad es que tanto a nivel  personal como de equipo Jesús María fue y sigue siendo una experiencia muy fuerte, cotidianamente conmovedora. Cada mañana presencio y disfruto cómo un lugar de vivienda (el Hogar Marista) se convierte “por arte de magia” en una escuela donde aprenden niños, adolescentes y adultos. El parrillero se ha convertido en el aula de los más chiquitos.  Así es que 8.15 de la mañana los padres, con sus hijos pequeños de la mano, cruzan los 50 metros que lo separan del Hogar y allí dejan a sus hijos que empiezan a jugar y a aprender con la maestra y con las mamás voluntarias de nuestro colegio que también dan una mano invalorable. Esos padres desandan sus pasos y suben a la primera planta donde los espera su profesora en un amplio salón que en un extremo tiene su pizarrón y sus bancos como un aula normal. Pero en el otro extremo tiene una amplia mesa que unas veces simula ser una feria para aprender a comprar, u otras veces simula ser una oficina para aprender, por ejemplo, a hacer un registro. Así, desde una pedagogía de inmersión en la lengua –sin traductores, como quien aprende a nadar tirándose al agua- y de enseñanza de las cosas cotidianas a las que se van a enfrentar, transcurre cada mañana hasta las 11.45. En planta baja están las aulas de “primaria” y “secundaria”. En ellas se canta, se simulan distintas situaciones, se aprende a escribir y leer en castellano (¡no podemos olvidarnos del esfuerzo que les significa, ya que su grafía son signos árabes y escriben de derecha a izquierda!) y tantas otras cosas cotidianas de una escuela.

Los avances en nuestra lengua han sido asombrosos desde el primer día. Los sirios tienen una dicción muy buena del castellano, ya que tienen vocales abiertas, al igual que nosotros, y eso les facilita el aprendizaje. Pero sobre todo,  muchos de ellos tienen unas ganas impresionantes de aprender y de insertarse en nuestro país. Y lo que también ha ayudado muchísimo en ese camino de aprendizaje es la gran corriente -de ida y vuelta- de afecto entre ellos y nuestras maestras, las mamás voluntarias y quienes vamos allí como coordinadores de “la escuela de castellano”. No hay mañana que no haya abrazos, sonrisas y risas en cantidades industriales.

Obviamente que en siete semanas pueden adquirir las primeras herramientas y los primeros entrenamientos en la lengua. Luego lo van a tener que seguir practicando y enriqueciendo en abundancia. Pero sin duda ya se va logrando una base fuerte, incluso en algunas personas que son originalmente analfabetos en su propia lengua.

En síntesis, para Jesús María es un proyecto con un enorme sentido y valor, y a pesar del lógico esfuerzo que significa, es de un disfrute inimaginable. Aunque ello no nos sorprende, porque ya es experiencia de vida que cuando se da algo a favor de otros termina siendo mucho más lo que se recibe, infinitamente más. Sin duda todo esto viene siendo una experiencia de bendición compartida entre las familias sirias y nuestra comunidad educativa de Jesús María. Ojalá que, en el futuro próximo, cuando se inserten en la vida cotidiana, la sociedad uruguaya abra sus brazos a esta gente que ha cruzado el mundo para estar con nosotros y que nos ha confiado sus dolores, sus expectativas y, especialmente, sus maravillosos hijos e hijas.

Elbio Medina

Colegio Jesús María.